El profesor que enseñó a querer la voz

Por E.Jhonny López Arias
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Por simple instinto de supervivencia profesional, un profesor logró que sus estudiantes cambiaran su apática actitud hacia el aprendizaje. Bastaron unos meses y un arduo trabajo, para que el grupo aumentara su estima conociendo uno solo de sus potenciales: La voz.
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Lo sucedido fue consecuencia de ese desafortunado pero ya normal comportamiento de desinterés escolar, que no solo cubre a los estudiantes, sino a toda una sociedad que muchas veces es una simple observadora del incierto futuro de sus generaciones.
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Este profesor y sus estudiantes, llegaron al extremo mutuo de no soportarse, pero ambos tenían que seguir viéndose las caras por mucho tiempo más. A él ya no le interesaba  algún grado de atención a sus materias. A ellos, mucho menos les importaba lo que él dijera.
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Pero un día, la conciencia profesional se rebeló y ante ella, el profesor no tuvo más que crear una estrategia para no sucumbir y que con él decenas de futuros se sepultaran para siempre. El problema era de autoestima y a través de ella diseñaría el acercamiento a sus estudiantes.
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Fue así como uno de esos días en que se esperaba que el aburrimiento se expandiera por el plantel, pero que especialmente se refugiara en esa aula, que los chicos se encontraron con algo fuera de lo común: Un cartel en aquella puerta.
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“Hoy a las 10 a.m. función de ventriloquia”. Y un gráfico mostraba al típico señor sentado y en una de sus piernas el clásico muñeco sonriente.
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Sorprendidos y llenos de interrogantes, los estudiantes estuvieron expectantes las tres primeras horas de clase y el recreo. Ingresaron a su salón, se acomodaron. Estaban en silencio. Entró el  profesor acompañado del ventrílocuo quien a su vez cargaba un simpático muñeco de algo más de un metro de largo.
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- Estimados alumnos, estoy seguro que muy pocos habrán tenido la oportunidad de presenciar un acto de ventriloquia personalmente. Quiero que disfruten de este momento.
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Sin más, y durante media hora, el cómico divirtió a los chicos. Luego el educador preguntó:
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- ¿Cómo creen ustedes que el muñeco habla?
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De inmediato se escucharon todo tipo de conjeturas y entra ellas algunas que estuvieron muy cerca de descifrar el truco. Minutos después, y porque la voz chillona del muñeco lo solicitó, todos quedaron en silencio.
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- Les explicaré como es que mi voz se produce, anunció.
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Y en esa sesión, los escolares aprendieron que la voz no se producía en el estomago, sino que el secreto era no mover los labios y evitar pronunciar palabras que tuvieran que muchas vocales abiertas.
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- Practiquen con su profesor y seguro que cada uno de ustedes podrá ser un ventrílocuo como yo, les recomendó el profesional y se marchó.
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Ese fue el inicio del cambio de actitud del grupo. Con el paso de los días y durante los diez primeros minutos de cada clase, junto con el profesor comenzaron a practicar los ejercicios, seleccionar palabras y a analizar videos de famosos ventrílocuos.
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Casi todos los estudiantes aprendieron la técnica. Luego vino el proceso de crear cada personaje. Para definirle sus características fueron a la biblioteca y leyeron libros de distintos autores y así, poco a poco le dieron forma. Después, buscaron algunas maneras de crear sus muñecos. Unos los hicieron en papel mache, otros conocieron el sistema de papercraft , algunos con trapos. Lo cierto es que cada uno logró crear su personaje.
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Motivados con su creación, se preocuparon por preparar guiones. Ensayaron muchísimo y crearon un grupo de ventriloquia que fue la sensación del colegio, tanto, que lo representaron en varios festivales culturales.
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Los escolares que no tuvieron la aptitud para la ventriloquia, fueron convocados para aprender a manejar sus voces. Recibieron de los profesores talleres sobre respiración e instrucciones sobre el manejo de la voz. Practicaron la lectura en voz alta, declamaron y ensayaron tanto, que a algunos les gustó la animación de eventos.
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Los que quedaron optaron por aprender a hacer doblajes. Investigaron por Internet todo lo relacionado con el tema y con grabadoras de cinta unas veces o con las herramientas de sistemas de los computadores del colegio, practicaron y lograron hacer doblajes de algunas series de dibujos animados y de uno que otro episodio de películas.
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El conocer que con la voz podían realizarse como animadores de eventos, locutores, radio actores, declamadores, ventrílocuos, cuenta cuentos, locutores comerciales, y además ser admirados por su voz, elevó la estima de ese grupo. Junto con este despertar, todos ellos aprendieron que una voz melodiosa requería también de un lenguaje llamativo.
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Hacia el final de sus estudios, todos eran muy buenos lectores, algunos ya generaban ingresos. Muchos de ellos encontraron un proyecto de vida.

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